Carta abierta

14 de junio de 2017

A quien le pueda interesar:

Me preguntas si sonrío. Claro, cómo no hacerlo cuando por dentro el hueco en pecho se hace más grande. Me resulta inevitable no llorar con una sonrisa a flor de piel para que gente como tú piense que estoy bien, que la vida más que desgracias me ha regalado alegrías.  Mírame. Mírame a las ojos y sabrás la verdad, pero no, eres parte de ese grupo que solo mira al suelo al preguntar el típico “Hola, ¿qué tal? “. Mírame, no te atreves. Acaso te avergüenza reconocer que nunca estuviste ahí.

Si hoy me voy, ¿sabrías las razones? o ¿te sentirías mal por no saber nada? ¿Podrías explicarle a mi mamá que pasó? ¿Podrías darle la cara a mi hijo? No sé, posiblemente ni tú sabes, pero igual vas a  agarrar el teléfono y vas preparando el estatus sobre la importancia de la amistad, el cariño que me tenían, taguearan a mi mamá para darle el pésame. A su vez buscaran en Intagram con mucho trabajo todas las fotos que podríamos tener de años atrás para publicarlas con un mensaje que podría enternecer el corazón de todos los dictadores de América Latina juntos.

Cada año con los Facebook Memories recordaras mi existencia, solo una vez lo recordaras y no por la falta, sino por un generador aleatorios de recuerdos de una red social. Me doy pena, doy pena por pensar que la comunicación en la actualidad es sinónimo de unión, pero no, hoy, es sinónimo de egoísmo, narcicismo, de apariencias.

Grité. Grité, Grité.

Grité hasta en el silencio la necesidad de un abrazo, de un hombro, de un todo estará bien. Nadie me escuchó, ni siquiera a los que les decía al oído, no estoy bien con una sonrisa falsa, una sonrisa a medias. Quiero correr lejos, donde no necesite sonreír más, donde este hoyo en el pecho no se vuelva más grande y oscuro. Donde ni siquiera pueda escuchar el sonido de mis teclas al escribir estas letras con los ojos humedecidos.

Una vez más gracias por tu incapacidad de ver lo que se esconde detrás de una sonrisa de un amigo.

Buen día,

No importa ya quien firma.